domingo, 1 de enero de 2017

Diciembre

Desde que tengo memoria siento una aversión por diciembre con sus festividades sin sentido. Y es que desde octubre se puede ver en los escaparates de las tiendas las decoraciones y los colores propios de esta fecha o por lo menos en Colombia es una avalancha de calaveras y brujas que comparten espacio con renos, estrellas y el gordo Santa Claus en sus diferentes versiones. 

Poco a poco las tiendas se encargan de traer árboles de diferentes estilos o colores, adornos de lo más variopintos y veo a las personas preocupadas por adornar las fachadas y el interior de sus casas con esos elementos que solo ocultan la triste realidad, qué su casa no es un hogar de paz y tranquilidad, e intentan llenar el vacío, la tristeza, la soledad y rencillas que están allí palpables con elementos coloridos y brillantes, con la música decembrina y drogando sus sentidos con todo tipo de alcohol, creyendo que así unen a su familia.

¿Soy solo yo el que siente la falsedad de ese mes?  es como si los colores, rojo y verde, con su espectro inundaran mi cerebro de un aletargamiento y viera en los rostros sonrientes de las personas, la ponzoña de la mentira, personas que durante todo el año se la han pasado siendo infelices y haciendo infelices a los demás. Veo en sus rostros la preocupación por mostrar en redes sociales las fotografías de su familia con rostros sonrientes y como si en realidad quisiéramos a todos los que se reúnen.

Me sienta fatal mentir, y más aún decirle a alguien que me alegra verle cuando en realidad me alegra no verle, no compartir el mismo espacio ni respirar el mismo aire de una habitación. Me enferma que crean que tengo una especie de amistad cuando en realidad hace mucho que siento tranquilidad por no verle, ni hablarle, ni escucharle las estupideces que salen de la boca de esas personas. 

Mi diciembre estuvo tranquilo, entre libros y películas. Compartiendo el desayuno, el almuerzo y la cena con las personas con las que me siento libre y a gusto, conversaciones sobre temas de mi interés, sin el peso de las redes sociales porque son esos momentos tan únicos que pedir una fotografía o grabar sería prostituir un agradable momento por me gustan de personas que ni conocemos, ni nos interesa conocer. 

Este diciembre fue el mejor porque celebramos sin regalos ni opulencia innecesaria, porque unimos a la familia sin excusas o motivos como la fiesta, el ruido y los tragos, porque todos nos escuchamos y reímos, vimos películas, cocinamos, porque estuvimos en familia. 

P.D: No hubo fotografías porque la pasamos tan bien que olvidamos el requisito de hacerlas para publicar y ponerlas en la palestra pública de las redes sociales.

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